domingo, 24 de febrero de 2013

SOBRE HACHAZO DE METRÓNOMO.



    SOBRE HACHAZO DE METRONOMO .
     -Artículo de Damián Patón Fernández

              HACHAZO DE METRÓNOMO, publicado por ISLA VARIA, EDICIONES. Autor: LUIS VEA. Prólogo de ANTONIO JIMÉNEZ PAZ.

“Solo nos sirven los héroes, cuando están muertos”. Es uno de los versos de HACHAZO DE METRÓNOMO, pagina 39. HACHAZO, es un libro pequeño en tamaño, condensado y licuado en palabras de fuego petrificado. No voy aquí a desgranar cada poema-, sería absurdo-, pero si puedo transmitir lo que HACHAZO DE METRÓNOMO, ha depositado en mí. Para leer este libro, es preciso dejar atrás el sentido de la lectura de una poesía ñoña, viajera en las estaciones de metro. Este libro no va ayudarte a descansar sus poemas, son bloques de hielo, navajas cortantes sacadas del afilador, que desgarraran la membrana de los sentidos. En Hachazo hay una gran desilusión y por lo tanto si cabe, una gran esperanza. Los versos están regulados, cincelados a conciencia. Han sido puestos a madurar en el barbecho de la razón y al final, han surgido vigorosas espigas, donde cada palabra al primer impacto parece una bocanada de aire frio en pleno desierto ártico. Cuando comencé a leerlo por primera vez, me dejo tieso como la mojama. Sentí que era muy frio. Generalmente la poesía tienda abrir puerta a una percepción interior nuestra dispuesta y eso es lo que ocurrió. HACHAZO abrió puerta y me di cuenta de que me faltaba mucha más poesía que leer. Uno siempre busca en los autores que lee, influencias lejanas. HACHAZO, parece un libro amurallado en sí, en sus poemas candentes, crepitando sus versos en muchas decepciones, en el curso y el devenir de nuestro ego, en la muerte que seremos y en la vida que vivimos muriendo. Hay un vigor que intenta contenerse aferrado a la razón. El autor, en mi percepción como lector, no deja escapar su visceralidad y por eso; salta a la vista, que estas palabras frías, se convierten en brasero de hielos candentes. Y duele. Volví a leer el libro de segundas y entonces entendí. En una ocasión le dije al autor, que el libro me parecía más dominado por el intelecto que por la poesía…ahora sé que usó toda la artillería de su razón, para no dejarse llevar por la demagogia de los sentimientos. Pero en ese curso intangible hay mucha esperanza, hay mucho conocimiento y la poesía se convierte en una música que alguien te susurra a oscuras en medio de la luz de la hoguera.
Se diría que el cielo arde,
Y las llamas, que son de luz,
Transmiten la monotonía
De un metrónomo”.
Otro verso del mismo poema: AMANECE EN VERSOS DE JUVENAL:
“Se diría que la vida arde,
Que la luz concluye,
Que la muerte lleva el diapasón
Ligeramente adelantado”.
(Versos que están en las pagina 30/31
Esa sombra planea en todos los poemas: muerte, el paso del tiempo…lo que se extinguió…Hay tanta melancolía y angustia en estos versos. Es la belleza de la esperanza que parece desesperanza. Ya no puedo decir más. No voy añadir más palabras. Leed el libro. Podeos viajar con HACHAZO DE METRÓNOMO, en estaciones de metro. Leerlo en habitaciones solitarias, en calles con parques fríos o simplemente leerlo como una hoja de ruta contra la soledad del que siente demasiado, pero está acompañado. Es poesía.

Para contactar con el autor: Frenetico40@yahoo.es
                   

viernes, 22 de febrero de 2013

SOBRE EL QUADERN D'ALBERT CALLS- Damian PAtón Fernández.



            SOBRE EL QUADERN D’ALBERT CALLS
       (Memóries digitals  i companys de viatge)

El Quadern d’Albert Calls, editado por edicions Clavell-2010)

Tal vez, porque no me siento localizado en lugar alguno, o tal vez por eso, (y asumiendo lo que pueda parecer una contradicción), el Viaje del Quadern de Albert Calls, me han situado en muchos lugares, en muchas patrias comunes. No quiero llenar esto de un lirismo ambiguo y barato, que no diga más que ideas coloreadas de un entusiasmo por la lectura del Quadern. Y tampoco quiero reducir su lectura. Para mí ha sido una lectura febril y entusiasta, que me ha evocado una juventud ya cada vez más lejana. Albert escribe un catalán versátil, flexible, lleno de la sencillez de las cosas pequeñas, que por proyección, por asunción, devienen en universales…enteramente humanas. Así, podemos asistir en  sus crónicas- crónicas de un mundo cercano, de acontecimientos próximos…sin la fisura de la distancia de la imagen-, nos cuenta a vuela pluma, a pasos dados casi de inmediato, como un reportero de puerta  puerta, de persona a persona, lo que ocurre en sus comarcas, nos habla de las autopistas del Maresme, de amigos que se han quedado en el camino, de la perdida de la Librería Proa, de la lucha por la identidad catalana. Pero hay algo más: Albert utiliza el idioma con tal sencillez que te enriquece de inmediato. Es como entrar en el escenario de todas sus crónicas, una especie de Pla-y odio las comparaciones, pero Albert, tiene esa misma fluidez de Pla, pero con la dimensión actual. Las crónicas del Quadern-y espero no ser inexacto -, se despliegan desde 2001 hasta 2010. Pertenecen a su bloc: EL QUADERN D’ALBERT CALLS.Y como bien dice él, son pensamientos, poemas y microrrelatos-quizás los menos-, así como paranoies des de la folia quotidiana del segle XXI. Una visió de l’abisme des d’aquesta caiguda personal que és la vida dels éssers humans. Y en efecto lo es y en todas sus lecturas, no hay vacío, sino contemplación. A veces transita un dolor humilde y sencillo por los seres desaparecidos. Otras veces, intenta reflexionar con un dolor callado y mudo, respecto a la crisis y a la pérdida de su librería Proa y de otras muchas cosas. También existe ese particular sentido del humor que le caracteriza, pero que no e es tan patente como en sus relatos y poemas. Un humor irónico- no sarcástico-, levemente teñido de mofa y melancolía. Puesto que no soy amigo de  los halagos y de las críticas destructivas, he querido valorar sobre todo, al cronista, escritor, periodista y poeta, .En el futuro, libros como el Quadern-y el Quadern mismo-,se leerán como historia local, como referentes de una cartografía de los hechos. Aconsejo sinceramente, que su lectura abrirá los ojos y por ser aún más fiel a lo que siento: para mí, el Quadern, se sitúa al lado del mejor Josep Pla, en forma, temática, en el amor por el mundo que le rodea. Y no quiero fender al autor: Cuando digo que se situa al lado del mejor Josep Pla, le situó a él, al lado del gran cronista que fue Josep Pla...No le comparo, le situó al lado. Todo el Quadern, transpira amor, literatura…transpira una mirada limpia y estremecedora ,a la vez.Y esto no es enjabonar no adular, asi lo siento.Por favor, no pasen de puntillas ante este libro tan vibrante, de estilo grácil, poseedor de una agudeza increíble. Es una lectura didáctica, fulgurante y viva, siento repetirme. Y Albert, sabe combinarlo…un último dato: solo una vez fui a Cabrera de Mar…y no he vuelto, porque no llega hasta allí el metro…

domingo, 10 de febrero de 2013

Relato de Damián Patón-MIkel Goldstain

 Relato de Damian Patón, publicado en el blog de Jose Luis Muñoz, el 2 de septiembre de 2009.

 


 

miércoles, 2 de septiembre de 2009

LA FIRMA INVITADA

MEMORIA DE UN VIOLADORDamián Patón

Soy un violador. Siempre lo he sido. Violo para demostrar mi poder. No puedo evitarlo. No quiero evitarlo. El siguiente paso, probablemente, sea matar y descuartizar. Pero soy un violador. Un violador amable. Una persona muy sociable. Mi sociabilidad es producto de mi asociabilidad. De mi inferioridad. El auténtico y genuino violador…se enmascara en la imagen, ceñida a la medida del mundo. Desde niño supe que me convertiría en un violador. Mi padre era paralitico. Impotente. Mi madre, para sobrevivir, se prostituía. A lo largo de mi infancia y adolescencia acumulé un odio insoportable contra mis padres. Nunca les he querido. Cuando inicié mis primeras relaciones sexuales con mujeres, descubrí que no me satisfacían las relaciones “normales y oficialistas”, con las mujeres. Me sentía vacio. Impotente. En realidad sufría impotencia si no lograba demostrar mi fuerza. Ansiaba sentir la fuerza de mi poder. Si rechazaba a las mujeres y las dañaba psicológicamente, me excitaba. Me SENTIA IMPORTANTE. FUERTE. PODEROSO. UNA NECESIDAD. En sociedad me consideraban una persona estable. Organizada. Amable. Violar era para mí una religión…

¿Cuando comencé a violar?
Justamente un año después de casarme. Trabajaba de vigilante jurado. Soy grande. Mido dos metros. Poseo una gran envergadura física. Y no obstante, experimentaba una aguda debilidad, sin la porra y la pistola. Sin el disfraz de vigilante. El empleo de vigilante nocturno, facilitaba mucho mis proezas criminales….Mi primera victima fue una chica estúpida y preciosa, que salía de la discoteca. Yo conducía mi Ford- Escort, cruzando sigilosamente las calles de la ciudad. Ella se tambaleaba, haciendo eses. Estaba colocada. Detuve el coche en una calle solitaria. Y la esperé. Cuando su figura oscilante cruzó cerca del coche, vi el brillo delator e ido de sus ojos. Me abalancé sobre ella, arrojándola al interior del coche. Era muy bajita. Ligera como una pluma. Y la golpeé y golpeé, hasta dejarla inconsciente. En treinta minutos consumí todo mi poder. Ella gimoteaba, chorreando sangre por la nariz y la vagina. Le había roto la nariz y partido el labio inferior. Cogí aquel cuerpo roto y la arrojé, cerca de un descampado, mientras lloraba y pedía ayuda. Escupí. Y huí… ah, por cierto…me olvidaba, tengo una facultad sobrehumana…jamás eyaculo en el acto. Después. ¡En casa! Al principio mis erecciones eran terribles. Creía que iba a explotar en añicos, devorado por un placer sobrehumano. Resultaba en todo caso una experiencia maravillosa. Violaba y violaba, como un tigre hambriento, que aguarda en la espesura de la selva, para devorar a su presa. Todo esto es poesía, lo se. Y yo no soy poeta. Soy un violador. No hay el menor atisbo de poesía en mi hobby de entre horas. En mi pasatiempo de depredador. Escogía a las mujeres, de todo tipo y edad. Las golpeaba. Las humillaba. Las obligaba arrodillarse y que me practicaran felatios desenfrenadas, como en las películas pornos. Las arrastraba y pateaba, como si fueran felpudos. Nunca olvidaré a aquella niña de dieciséis años, de boca pequeña. ¡No le cabía mi miembro en la boca! ¡Eso me hizo sentirme más fuerte, poderoso, sobrehumano!
Y comenzó mi declive.
Ya he dicho que mi deporte favorito, el sentido absoluto de mi vida y de mi yo, era violar. Durante cuatro años violé impunemente. Algo comenzaba a fallar. Todo me resultaba aburrido. Monótono. Estúpido. Violar formaba parte de la cotidianidad. Además, no lograba conseguir, una erección, siquiera mediana. Un violador, sin fuerza y sin erecciones, es un majadero. ¡Un IMPOTENTE! Creí que mi vida, estaba acabada. Jamás sentí remordimiento alguno. Incluso, llegué a convencerme de que mis victimas, en cierto modo, me lo agradecían. Me amaban, después de todo. Así que en las últimas violaciones, angustiado, les obligaba a decirme: Te quiero, te quiero, te quiero….Desde luego todas me querían y me sentía amado. Mis erecciones alcanzaban cierta dureza. Eso justificaba todo lo demás.
Y un día, no pude levantarme de la cama.
Una depresión sórdida y oscura, me mantuvo postrado en cama durante un año. A veces salía a la calle, para vagar solitario, en busca de la felicidad. Todo carecía de color y brillo. Vivía separado de mi mujer y mi hija, desde hacia un año. No amaba a mi mujer. Y es que no podía violarla. Por eso no podía amarla. Necesitaba violar. Imponer mi fuerza. Sentir resistencia. Sentir que sometía a mi presa.
Y la depresión, remitió paulatinamente, al cabo de un año.
Para violar es necesario sentir toda la impotencia del mundo. Para violar es necesario subvertir el orden de todo sentido real y ordenado e invertirlo. Así que tras un lapsus de un año, reanudé mi labor, con más encarnizamiento y furia. Me importaban un bledo las victimas: su dolor, sus llantos, sus suplicas espeluznantes, sus gritos desgarrados. Yo las torturaba. Ahora las vejaba con más saña. A una de mis victimas, la violé por detrás, en el ano, hasta hacerla sangrar. Le di de patadas en el bajo vientre. Le mordí, casi hasta amputarle el clítoris. Eso me hizo desfallecer. Fue el momento cumbre de mi carrera. Tenía cuarenta años y me dije que comenzaba a ser un joven que envejecía. ¿Cuánto tiempo podría seguir violando impunemente? La policía me seguía los pasos, pero jamás daba conmigo. Ni mis victimas lograban identificarme. Necesitaba demostrar que era capaz de más.
Soy un ciudadano respetable. Un vigilante jurado. Un policía fracasado. Un don nadie normal. Decidí escribir un libro. No tengo vena literaria. No sé escribir como un profesional. De modo que grabé todas mis experiencias y mis violaciones, puntillosamente, en un repórter. En mis horas bajas, cuando cedía al impulso de oscuras depresiones, me empeñaba en redactarlo, lo cual me restaba tiempo para violar. En fin, era la excepción que confirmaba la regla. Escribía en vez de violar. En un año y tras seis meses de paréntesis, sin dedicarme a mi deporte favorito, terminé el libro. Lo firmé con seudónimo. Alquilé un apartado de correos y lo envié a una prestigiosa editorial. Puede que estuviera chiflado, pero jamás sospeché la resonancia y el escándalo que todo aquello iba ha provocar. El editor me escribió rápidamente, notificándome que el libro era excelente y seguramente podría convertirse en un best-sellers. El titulo del libro, era sobradamente explicito: MEMORIAS DE UN VIOLADOR. El equipo de lectura de la editorial estaba deseando conocerme. Incluso el gran jefe de la editorial. Como soy una persona educada y prudente, me presente ante el editor y su equipo. Inmediatamente advertí que todos eran idiotas. Eran tan idiotas que, en vez de cuantificar la veracidad y calidad de la obra (¿?), esperaban ganar mucho, muchísimo dinero…ellos y yo algo de dinero. El editor alabó mis descripciones, tan espeluznantemente reales (¡!). Me comparó con Dostoievski, Tolstoi, Henry Miller, Vicente Blasco Ibáñez, etcétera… Me pagó una moderada suma por anticipado y en cuestión de un año era medianamente rico. La campaña publicitaria a la que la editorial me sometíó fue extenuante. Entrevistas televisivas. Periódicos. Grandes portadas en los periódicos. Entrevistas radiofónicas. El éxito de venta fue tal, que incluso los especialistas en psiquiatría y psicología, deseaban conocerme y que les aconsejara sobre el tema de las violaciones. Decían que conocía muy bien, la psicología de los violadores (¡!) En todas partes despertaba admiración. Era aplaudido, querido, agasajado…. Lo más asombroso de todo es que no había mentido un ápice. ¡Dije la verdad total y absoluta! La gloria fue breve. Tras mi relampagueante éxito, fui detenido y lo negué todo. Dije que el supuesto violador, me lo confesó todo. Desconocía la identidad del violador. Todo violador ha de negar los hechos. Ha de seguir violando impunemente. De todas formas, de nada valió mi coartada. La policía es idiota, pero esa vez no se lo tragó. Ante la sorpresa de todos mis admiradores, me encarcelaron. Para librarme de la cólera terrible de mis compañeros de prisión, acepté ser una cobaya humana en un experimento científico. Vivía encerrado en la celda de un psiquiátrico y, de tanto en tanto, me permitirían violar mujeres dementes. Me sometieron a un curioso tratamiento terapéutico: Curarme con la risa…
Estoy encerrado en esta jaula y me lanzan de vez en cuando, despojos humanos. Ya no puedo cazar y eso me desmotiva. Siento una gran impotencia. Gracias al tratamiento terapéutico de la risa, he podido sobrellevar la vida en la cárcel del psiquiátrico. Durante diez años me reía. La risa casi me curó. Reía y reía, por cualquier cosa. Me revolcaba de risa. Reía, casi hasta olvidarme de que era humano. Paseaba por los pasillos del psiquiátrico riéndome, de una manera salvaje e insultante. Ya no violaba. Ni escribía. Sino que me reía y reía, salvajemente, casi hasta desencajarme la mandíbula. Pasé quince años riéndome, encerrado en la cárcel psiquiátrico. Cuando cumplí mi pena, lo primero que hice fue reírme hasta casi llorar. No me faltaba casi de nada. Podía reírme cuanto quisiera. Era rico. Cobré todos mis derechos de autor, acumulados en el banco, durante quince años. Incluidos intereses. ¿Qué es lo primero que hice? Aparte de reírme, fue comprarme una pistola. Tenía cincuenta y cinco años cuando salí de la cárcel. Dejaba atrás una brillantísima carrera como vigilante jurado, violador en horas libres y escritor ocasional. Además he sido siempre una persona seria y educada. Lo que pasa es que últimamente no hago más que reírme. No he sufrido jamás problemas de conciencia. No veo el problema por ninguna parte. Ultimamente una idea obsesiva y frenética me domina. Sabía donde vivían mi mujer y mi hija. Yo estaba curado. Rehabilitado. Y me reía mucho. Todos mis delitos estaban pagados. Había purgado mi mal. Y comencé a preguntarme, por qué no coronar mi vida, de una manera singular y única. ¿Por qué no violar a mi propia hija?



Damián Patón (Badalona, 1963) Trabajó durante tres años en librerías. Ha publicado relatos en las revistas El vendedor de pararrayos, Mundo Imaginario y Cuadernos del matemático. Ha publicado La aventura Psicodelica de Albert Ekay y otros relatos (Bubok ediciones) y cultiva todos los géneros, novela, poesía, ensayo, artículos. Actualmente está escribiendo un guión para cine.

miércoles, 6 de febrero de 2013

MI VIDA LABORAL

El presente artículo está escrito sin ningún animo literario, ni ello en si, se pretende. Es un artículo escrito en un lenguaje harto parco y sencillo, casi sin pulir. No se pretende en modo alguno adornarlo con belleza, sino mostrarlo árido, pues ha sidoe scrito con dolor, y con apatía. Todo lo que en el artículo se cuenta es tristisimo, aburrido, cotidiano. Lo normal.  Y ni siquiera se asoma, apenas a la realidad de los hechos. Al autor, le gustaría que las personas que lo leyerán, de sentirse identificadas expresarán su opinión, para compartir y no sentirse solo en sus experiencia.
Reservado todos los derechos.


Autor: Damián PAtón Fernández- Febrero 2013.





Mi vida laboral, ha sido una absoluta carrera de despropósitos; una acumulación de fracasos, de errores encadenados, de actitudes equivocadas, y acertadas. Ha sido un cumulo de humillaciones y de injusticias sin par, que me hacen pensar, ahora casi en los cincuenta que España es así. Ahora que el país es un cúmulo de putrefacción, un cúmulo de corrupción, donde el nido de víboras se revuelve cual un avispero, me demuestra que nuestras asquerosas instituciones, llenas de ese donaire de los prepotentes, están roídas hasta la medula por la avaricia.
Salí de la escuela a los catorce años.. Una educación primaria pos-franquista de lo peor. Antes de terminar primaria, mis padres que eran unos paletos, me sacaron de la escuela para ir a trabajar sin contrato, a un restaurante tres tenedores. Mis padres tenían cinco hijos y mi padre no podía trabajar, por enfermedad. Y yo era el mayor. En el restaurante, solo duré un día. Había colegas de la escuela. De mi edad, vamos. Todos chusma. El maitre me trataba fatal y me gritaba. Yo era friegaplatos. En mi vida he recibido peor trato .Al finalizar la jornada, era de madrugada. Salí de aquel antro de ejecutivos, con mis colegas y caminamos hasta casa, pero en el camino me amenazaron con que sino hacia lo que ellos decían, me cortarían el cuello. Literalmente. Se trataba de escabullirse entre los coches, abrirlos y robar... Me vi obligado y amenazado. Por eso solo duré un día y se lo dije a mi madre. Lo demás lo obviamos. Volví a la escuela. Cuando salí de la escuela, era la época de Suarez y no querían aprendices, etcétera. Luego recalé en varios trabajos y hay fallé. Un día trabajé en una frutería, sin contrato. No me gustó. Me puse a llorar como un descosido ante mi madre. Tenía dieciséis años. Era habitual, en el Inem. NO había mucho curro. Iba a probar algunos curros sin contrato un día y no me gustaban y me largaba. Estuve un día en una empresa, y no me gustó…Ese era mi error. En aquella empresa, si lo contemplo ahora con la distancia del tiempo, era un buen trabajo. Más tarde, a los dieciocho, me enchufaron, otra vez sin contrato, en un matadero, en Mataró. Lo dejé con mi hermano. Debo añadir que mi hermano lo dejó, pero él que fue prejuzgado fui yo. A mi hermano le volvieron a enchufar en otro trabajo y a mí no. Debo decir que los curas, como la mayoría de la gente, valoraban que las personas valen más por su trabajo, que por ser ellos mismos. Luego trabajé en un almacén un par de días, pero no valía y lo dejé. Más tarde, estuve en un a fabrica, sin contrato. Empleo que abandoné por otro temporal con contrato en la Isla fantasía. Dos meses. Trabajé con contrato para el ayuntamiento de Badalona, durante unos mes, en excavaciones arqueológicas, con pico y pala. Me fue bien. Trabajé, en una empresa de limpieza si contrato los seis primeros meses, con mi hermano, a quien  despidieron y a mí me recolocaron. Mal asunto. Uno de aquellos días, limpiando cristales de la oficina, un administrativo me gritó y yo le grité. El encargado de la oficina vino a violentarse conmigo y luego mi encargado. Más tarde, chulee a mi jefe y este me grito y me echó con cajas destempladas. Tenía 23 años. Un desastre. Trabajé en una cooperativa, con otros tipos, pero eran chusma. Uno de ellos estaba de mal humor, intento golpearme, porque no hacia las cosas como el quería… ¡y éramos una cooperativa! Me fui. Años más tarde, ese tipo me pidió disculpas… Una mierda. A continuación pasé a otra empresa de limpieza, sin contrato al principio. Finalmente cuando me contrataron, me enviaron a limpiar unas oficinas y la jefa de la oficina, quería que limpiara con ella delante, controlando cada limpieza que hacia cuando esto ocurría no le gustaba y te hablaba mal. Simplemente me fui y se lo dije al jefe por teléfono, quien bramando por teléfono, me dijo que volviera. No lo hice. Pedí la baja médica y al enviársela, en persona en la oficina, intentó agredirme. Trabajé para una señora que quería montar una empresa de limpieza. Una mierda. La compañera que tenía era una chivata y al poco la jefa estaba recriminando que debía hacer caso a la compañera. Le hablé mal y un empleado de la jefa, me amenazó. Trabajé varios meses para otra empresa de limpieza, .Un desastre. Así, estuve en varias  empresas de esta índole, donde había mucha chusma y gente con la que trabajabas  que ni te dirigían la palabra. Un par de veces, trabajé limpiando el metro, pero había mala gente y si trabajaba con los extranjeros, hacían piña y no te ayudaban. Más mierda. De entre los innumerables, trabajos dignos, pero de humillante trato por parte de todos; fui repartidor de propaganda, repartidor de periódicos, teleoperador. Aquí debo decir que trabajando para empresas de trabajo temporal, en el archivo histórico, teníamos como encargado a un marroquí cabron-que no es lo mismo que decir cabrones marroquíes-, quien  me hablo mal y le respondí. Lo curioso es que yo llegaba puntual a mi trabajo y como me tenia manía me gritaba. Me revelé. Lo pasé mal. Llamarón al jefazo y a la empleada de turno de la ett, y me trataron fatal. Trabajé, como teleoperador en una empresa, en la que curiosamente era supervisora una amiga de entonces, madrina de mi hijo. Era una casualidad, porque me contrató la ett. Solo bastaba para que me tomaran ojeriza las encargadas y los compañeros, no te dirigían la palabra o te hacían el vacío en el descanso. Acabé mal…y mi amiga, cuando estábamos en las oficinas de teleoperadores, pasaba ante mí y me ninguneaba…no existía…Recuerdo una ocasión que me la encontré en la calle, antes de entrar y estaba riéndome de una broma de un colega y ella se sintió molesta por que le hable, ante sus colegas. Chusma. ¿Y salíamos los fines  de semana a cenar y compartir, incluso íbamos de vacaciones! Hacia infinitos trabajos, de un día, de dos, descargando camiones. Recuerdo, una vez que descargue un camión y alguien que descargaba conmigo, se hizo daño y se enfureció conmigo…No sé, todo esto produce tanto dolor. Existen hechos de una repugnancia increíble: también trabajé, como ayudante de paleta, para un colega de fines de semanas. Se trataba de hacer obras en apartamentos. Subir sacos de cemento por las escaleras. Yo no lo dejé, aquel tipo al principio era normal, pero luego comenzó a mostrarse raro. Primero me pagaba la comida, después dijo que no podía. Me gritaba y dejó de hablarme. Asqueroso. Trabajé, como celador en el valle Hebrón…voy a obviar el trato, por parte de los fijos del lugar. Trabajé como auxiliar psiquiatría. En el primer psiquiátrico, el cura que lo dirigía, sin venir a cuento, me dijo al segundo día que no valía para aquello. No hubo contrato. En el segundo, duré quince días, pues la desidia en aquel lugar era tal, que te dejaban a solas con chiflados peligrosísimos. Trabajé en un almacén de pieles, cuyo compañero, se burlaba de mí y decía que quería follarse a mi novia. En aquella época-ya lejana-yo era un gilipollas acomplejado. Me despidió el jefe durante el periodo de pruebas, porque había hecho un trato con el compañero…La Ett, me envió a  una fábrica, para realizar el turno de tarde y los operarios me negaron la entrada a los vestuarios o no me hablaba. No duré ni treinta minutos, me fui  a mi casa. O en otra ocasión, que me enviaron a un almacén a las siete de la madrugada y debía comenzar y el encargado, un niñato, tras presentarme, me dijo que esperara, de malos modos y que ya me atendería. O trabajando descargando palets, sin contrato o recogiendo cartones. Etcetera. Trabajé sin contrato para una empresa de publicidad. De nuevo, repartiendo propaganda. Otra empresa de limpieza, mas desastres, Limp-tres, se llamaba. Estuve una semana trabajando de mecanógrafo, para el ayuntamiento de Barcelona. Dos meses, para la Generalitat como auxiliar de geriatría. Para correos y telégrafos, como sustituciones en estafetas, almacenes de correos, ayudante postal, etcétera. Fue nefasto, porque había buenas épocas, pero si te enviaban a estafetas, nadie se preocupaba de enseñarte…Directamente te negaban la palabra y te hacían la vida imposible. Pedía la baja médica por estress. Medica por estrés…así que mi trabajo con la chusma de correos, acabó un día en la central, harto de que nadie me instruyera, para atender al personal en ventanilla, sin más explicaciones. Trabajé como  cartero sustituto en mi barrio. En verano los carteros se  largaban de vacaciones  y te dejaban, los acuses de  recibo, los giros, los trabajos más difíciles…ni que decir tiene que acabe fatal. Cuando mi casé, mi mujer instalo un negocio de librería papelería, gracias a sus padres y así vivimos durante tres años, en los que nació mi hija. El negocio no marcho y tuvimos que bajar persiana. Cambiamos de barrio. Finalmente fui admitido en las listas del departamento de justicia, pero se me tumbó porque no tenía el nivel B de catalán. Los sindicatos recurrieron y me admitieron. Trabajé muy bien durante dos años en un juzgado de Granollers, pero se torcieron las cosas, cuando me cambiaron a mi compañero, por una arpía, que se encerraba con el magistrado –un viejo verde-, en el despacho para contarle sus penas. Se fue la secretaria habitual, que era una tonta y pusieron a otra secretaria, que era mi vecina. No hay palabras. Tuve que cesar de allí por acoso laboral. Fui a otros juzgados y se repetía la misma historia, hasta que recalé en el Servicio Civil y llevaba a domicilio como agente judicial, las citaciones. Fue bien, pero como estaba expedientado, me cesaron. Por último, recalé en un juzgado de Sant Feliu de Llobregat, donde volvía a repetirse el mismo proceso de acoso. Tuve que cesar y despedirme de la bolsa a los seis meses.  No me arrepiento de ello, pues la historia es ardua y triste, pero soy más feliz, que trabajando con esa gente. Quizás hasta me olvido de muchos empleos de paso, que he ido ejerciendo…empleos de vendedor de enciclopedias, de champús puerta por puerta, etcétera…Juzguen ustedes, yo ya me he juzgado a mí mismo.