martes, 18 de agosto de 2015

Tal como sale- FRAGMENTO 4-Damián Patón Fernández


























Primera edición: marzo de 2013

© Damián Patón Fernández

© Ediciones Carena

c/ Alpens, 8

08014 Barcelona

Tel. 934 310 283

www.edicionescarena.org

carena@edicionescarena.org

Diseño cubierta: Davinia Martín

Maquetación: Patricia Vélez

Corrección: Begoña Eladi

Depósito legal: B-9225/2013

ISBN: 978-84-15681-54-0
Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright
, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro —incluyendo las fotocopias y la difusión a través de Internet— y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo público.



Hay una melancolía extraña en la especie humana. ¡Una melancolía que lo mata todo! Una melancolía que barre la Tierra entera; barre los cementerios. Y los muertos en sus nichos, solos y putrefactos, ya no nos mirarán con sus cuencas vacías; persistirán en el microchip de la memoria. Hay una melancolía que proviene del principio, de cuando éramos inocentes, como el jaguar en su ternura primeriza, como el toro, cuando era un ternero, como la serpiente, cuando era un huevo. Una melancolía que está llena de la artrosis del recuerdo y de una alegría vivaz. Una melancolía que proviene del mito. Porque el mito nace del niño y el niño solo cree en mitos transmitidos, y los mitos transmitidos los inculcan sus mayores «al resto del mundo». Nadie nace con mitos impuestos, sino transplantados, enseñados en suma. Los mitos siempre provienen de la niñez, de la niñez de todos: hay mitos malos y mitos buenos, porque los hacemos así. Así como el mito de la pureza acaba transformándose, irónicamente, en el mito de la impureza, detrás de tanta pureza hay mucha basura, y detrás de tanta impureza, al final, retrógrados buscamos la pureza, que es el mito de la corrupción, pues el mito de la corrupción es la aceleración del sentimiento de la inocencia perdida. El problema de la humanidad ha sido siempre que utilizaba los métodos y los medios «más perversos para llegar al bien, esto es, a la felicidad». El infierno, se dice, está empedrado de buenas intenciones y este fue el mito de los niños que se pervirtieron. Se pervirtió todo. El único mito inconmovible y absoluto para mí, como la alegría y la inocencia y la gran curiosidad sana de los niños, son los únicos motores que mueven el mundo y la humanidad, permitiéndonos seguir viviendo, junto con el sexo y la paz interior, junto con el saber preservarse. Permiten que el idealista —que no el gilipollas, el tonto y el ingenuo— vayan bregando en la maquinaria ruinosa, y a veces achacosa, de la especie humana. El puto mito, el mito enchufado en nuestro organismo, el mito perverso que alcanza hasta el Budismo y el Cristianismo, el Judaísmo y el islamismo; luego vienen los mercachifles y lo joden todo. Yo perdí los mitos, con todas las perversiones, porque soy y he sido un pervertido untuoso. ¡No cambies nada! Transfórmalo. Porque si lo cambias todo volverá a 76 Tal como sale

ser como al principio, es decir, una puta mierda. Y que no nos mate un mal cáncer. Estamos hartos de tanta putrefacción. Sodoma y Gomorra, las estatuas de sal… Joder, ¡hay algún sepulturero en la ciudad! Porque ahora todo está muerto; tan muerto que apesta a vida. Tenemos el alcanfor, tenemos la webcam, Internet, la televisión que está obsoleta, tenemos las compresas, el papel higiénico, tenemos la aguja hipodérmica, los cheques bancarios, el correo electrónico, tenemos millones de medios para comunicarnos a nivel tecnológico, ¡pero estamos solos e incomunicados!, porque no utilizamos el arte de la conversación, porque mirarnos a los ojos nos produce pánico. Coño, ¡hay algún sepulturero en esta puta ciudad! Tenemos tantas cosas materiales que ¡los dictadores demócratas están preparando la segunda edad media de la incomunicación! Ya nadie se toca, no vayan ha infectarse. Están muertos, muertos de pura muerte. Y también tenemos a los estafadores de toda índole, a los terroristas que han cambiado la humanidad (para bien y para mal), tenemos a los bastardos políticos, a la maldita hacienda. Y cuando todo se haya apagado —el sol se apagará— ¿qué heredarán nuestras futuras generaciones?



e-mail: Frenetico40@yahoo.es

skype:damian48518