miércoles, 4 de enero de 2012

Una iluminación sin Contenido




    UNA ILUMINACION SIN CONTENIDO
       (Damián Patón Fernández)




Hubo una vez un hombre conocido, que odiaba ser quién era, desdicha común, acaso entre todos los mortales. Pero como todos los hombres, que son lo que no son-Samuel, le llamaban. Samuel se llama así mismo-, tuvo, en efecto, una crisis. Como todas las crisis-no religiosas-NO  entró en templo alguno para adorar al GRAN DIOS DE TODOS LOS CATOLICOS, ni al GRAN MAHOMA, con ALÁ, que lo era casi todo, en la inmensidad que cubre todo el infinito. No admiraba, siquiera a Buda, alejado en la cueva, en busca de la Iluminación, que es en si, la NADA…Samuel, como todos los hombres que están al borde del precipicio…veía solo, pues, el precipicio. En realidad su crisis, era el resultado del GRAN VACIO QUE ASOLA OCCIDENTE. Un día cualquiera, le empujó el deseo de pasear. Era un día fresco y luminoso de invierno-, de cualquier invierno-.De repente, fue como si un rayo le fulminara, en mitad de la bulliciosa avenida, repleta de gentío. Era como si desde el cielo, el rayó le atravesara como un grito desgarrador, resonando en las profundas concavidades de su cerebro, de su mente, de todo él. Aquella tarde, la Gran avenida, bulliciosa, enviaba mareas de gentes arriba y abajo, devorando los grandes almacenes, volviéndose feos reptiles, bajo la apariencia de las luces neón. Los reptiles humanos bordeaban el crepúsculo, ansiosos, como ejércitos de hormigas en busca, también de su verdad cargada de mentiras, para taponar los huecos de sus vacíos. El mugriento ejército de gentes, empujándose con díscola prisa, no eran más que legiones de rostros vacíos: espejos reflectantes. El rayó le atravesó fulminante. La luz del rayo, cegó la nítida luz de la fría tarde de invierno. En el constreñido océano de su mente el resplandor fogueó. Sintió lo que realmente sentía: la muerte con plena conciencia…y lo que era peor, un vacío inabarcable .Un horrible vacío, que le llevó con áspera mano, por las calles, tiritando de frío, casi como un mendigo desnudo, lanzándole contra el Gran Almacén, hirviendo de gentío y solo vio cosas: muchas hermosas y dulces cosas vacías…carecía de puntos de vista …estaba tan vacío, tan vacío, que no creía recuperar alguna vez, algo que llamaban fe y que no tiene nada que ver con las religiones. No era la fe de Alá, de Dios…necesitaba la fe de quien siente entusiasmo por la vida y se dedica a bailar una polka salvaje. Había llegado el momento cumbre de acabar con todos y empezar de nuevo.

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