CATALOGO DE HUMILLACIONES
(Mikel Goldstain)
De entre muchos de mis tristes y amargos recuerdos, entre los que me revuelco, como cerdo en el estiércol-piara de mi resentimiento-, en ese inmenso muestrario de fechorías, mezquindades y bajas ruindades que es mi catalogo de humillaciones, cuando caigo bajo, siempre me asalta uno de mis primeras humillaciones: el profesor de escuela y yo tenía, unos nueve años. Rie. Se ríe con dos profesoras. Me llama y me dice que me tiene que susurrar algo al oído. Acerco mi gran oreja y siento sus dientes como tenazas, mordiéndome…hasta sangrar y luego aquellas risas…aquellas risas. Hay mas en este gran catalogo de putrefacción moral, de mucosidades y desdichas. Mis compañeros de escuela- trece o catorce años-, de mi mismo sexo, acosándome sexualmente. Me inmovilizan y me intentan meter sus miembros en mi boca cerrada. Mi actitud es pasiva. Mi actitud es dócil. Sus comentarios procaces: CHUPAMELA, VENGA CHUPA. Hablo de chavales de doce, trece y catorce años. Quizás es duro decir esto, pero es verdad y aún así, me libre de la quema de un profesor pederasta, que se los follaba en las colonias o les obligaba a masturbarle…de alguna manera, todo aquello me pasó factura y me convertí con el paso de los años, en mi primera adolescencia y juventud en un exhibicionista sexual, con la mala fortuna y la poca cabeza, de enseñar la polla y masturbarme en mi mismo barrio. Por supuesto, aún me asombro de que no me rompieran la cara, aunque teniendo en cuenta el barrio en el cual vivía, yo era el más santo e inocente de todos: allí los yonquis, asesinos y mangantes de la peor especie, eran como el pan nuestro de cada día. Fauna repugnante. Me dedicaba a enseñar la polla. Consecuencia: nadie me hablaba y por supuesto, hubo una vez tal escándalo, que llamaron a la policía, pero no lograron pillarme. Recuerdo, que me asusté tanto de mi locura, que me escondí en casa…mis padres no estaban y por lo tanto, el escándalo iba a ser mayúsculo y la paliza,( en cuanto se enteraran), para que hablar. Al pegar mi ojo, en la mirilla de la puerta que daba a la calle-vivía en un bajo-, vi como una vecina, venía corriendo de la calle, y esperó en el vestíbulo de la portería, ansiosa, para contárselo al primer vecino, que viniera de la calle. Y así fue, en cuanto una señora, entró ¡zas!, la vecina fue corriendo a contárselo. Esa vecina, justa es la vida a veces, años después, hubo de rogar de rodillas que no metieran en prisión a sus dos hijos, por que habían propinado una paliza ,además de robar a otro tipo, nada mas que por el placer de divertirse. Hubo muchas de esas: amenazas de gente en la calle y todo eso. Entre mis catálogos, recuerdo. cuando trabajé para una empresa de trabajo temporal, como botones y al cumplir mi horario dije que me marchaba y los empleados del hotel, se rieron, cuando el jefe dijo que me echarán …podría hablar de ese inmenso catalogo de horrores que son las humillaciones: cuando era un chavalin y me enamoré de una cosa gorda y repulsiva, por lo demás estúpida y engreída, que se reía de mi, llamándome retaco y pequeñajo-;,mido un metro setenta y siete y practico defensa personal y kung-fu-, o la de aquella a la que le dije que era muy guapa y me gritó, de malas maneras diciéndome que era un degenerado. O aquel curro, enviado por empresa de trabajo temporal, de nuevo, que debía incorporarme a trabajar como operario en una fabrica y los trabajadores no me permitieron cambiarme en el vestuario, por que no era un trabajador de la empresa, …me fui de allí tal y como entré. O quizás, la de aquella editorial Seix Barral-si, si, no escondo el nombre-, que tomó un original mío, creyendo que era un manuscrito de Miguel de Unamuno, por que yo estaba leyendo una novela de Miguel de Unamuno…también, la de aquel tipo que media mas de dos metros y estaba por detrás de mi en la cola de la Oficina de Treball de la Generalitat, y como dejé pasar a un anciano antes que yo, me dijo que él también pasaba , sino me partía la cara…o la del vigilante que a pesar de que llevaba mi identificación en la ciudad judicial, se permitió pararme y pedirme la identificación…no, no se puede vivir siempre con tanto dolor, resentimiento y odio encima…te destruyes.
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