EN EL GIMNASIO

  (Artículo de Mikel Goldstain. Reservado todos los derechos.

17 enero de 2014- Barcelona)

Suelo ir al gimnasio dos o  tres veces por semana-, siempre que la pereza, el frio o las excusas auto -engaño, me lo impidan a mí mismo-. Últimamente practico Cicling Basic. Coincido en la práctica del cicling Basic, con señoras algo entradas en carnes, de lo más autistas, es decir no sueltan un hola, ni por asomo. Son muy simpáticas, entre ellas. Se da el caso, que estamos “literalmente codo con codo”. El otro día, una señora que está aún de buen ver-, me enteré que era su cumpleaños ¡65!  años-. Nuestra laureada señora, comenzó hablar con una chica, treinta años más joven. Yo estaba trasteando con la bici, preparado para pedalear, como deportista de la peor especie que soy. Señora y chica joven, departían sobre  un programa de televisión, en el que entrevistaban a cierto actor-cantante, de sesenta años, que tiene hijos pequeñitos de cuatro y seis años. La señora mayor comentaba que “el tío era feísimo y la mujer muy joven. Chica, que quiere que te diga, yo no estoy de acuerdo contener hijos a ciertas edades. Todo tiene su tiempo”. No sé, como derivó la conversación, el cao es que la señora mayor, se puso hablar de su juventud, es decir cuando tenía 29 años y que su marido de la misma edad, la tenía atormentada., en aquella época con el sexo. Quería sexo todos los días. Contaba tales intimidades -yo a su lado, pegado literalmente. Ella no era mucho del sexo-¿?-.La mujer joven comentó que su marido estaba igual. La mayor, comentó que debía pararlo de alguna manera, que los hombres siempre son así y que las mujeres, “son mejores”. (¿?). La chica joven le preguntó si su marido (el marido de la mujer mayor), seguía en las mismas, actualmente. Ya no, dijo la aludida. “Ya sabes que con los problemas de la tensión, se nota…ya no es lo mismo. Ya te digo, para a tú marido, que sino ya verás…Dale freno. Pero el mío ya noto que no…”.

Y esta fue la conversación, señoras y señores. Hubo ciertos lapsus-yo no podía reírme…no pude evitarlo…reconozco que es de mala educación. Cuando solté unas de mis risas, recibí varias miradas de ambas señoras como puñales dirigidas a mi persona. Menos mal que eran miradas y no puñales.

Vamos a ver, generalmente para hablar intimidades, uno se recoge en la intimidad. Si no quieres que nadie se entere, ya sabes lo que tienes que hacer. Claro que la ocasión surge así, pero lo que realmente me llamó la atención de todo esto, fue los comentarios de las señoras. Se establecían como victimas voluntarias, pero a la vez, como más lista  y hábiles, como si el marido fuera una especie de mono baboso o animalito o criatura a la que domesticar. Siempre tenían la “culpa ellos” “y ya sabes como son”…no alargó más este comentario…porque yo soy hombre y estaba al lado. Al perecer el sexo siempre lo quieren ellos  y ellas…no, claro. Parece ser que se han casado en régimen de clausura y celibato. Debo recordar, (más bien es un comentario por salud higiénica mental), que la sexualidad no se circunscribe al matrimonio. De serlo así, habríamos muerto de inanición. El hombre no está centrado en su imagen totalmente: no se maquilla, no va casi cada semana al peluquero, no tiene la regla y en consecuencia no ha de aplicarse compresas. No se demora todo el tiempo en mirarse en el espejo , para saber si ha combinado bien la ropa…en consecuencia, no está al tanto de cuchicheos y cuando quiere sexo, simplemente tiene que adaptarse a su pareja-como su pareja a él-, el hombre es fisiológicamente y psicológicamente en algunos aspecto, muchísimo más autónomo. Pero dejando aparte estas superficialidades se trata de la comunicación. Ha de existir comunicación…sino de ¿Qué’ ¿Y el dialogo? ¿Para qué comentar a otra desconocida, que mi marido es un salido? ¿Por qué? ¿Por qué no hablarlo, con él marido?  La mujer española tradicionalmente ha tratado al hombre como un enemigo y un hombre al que domesticar “y cambiar”. El hombre ha tratado a la mujer como su objeto y como la hembra a la que ha de proteger. Ustedes juzguen.

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